EL CLON FALLADO

(La Leyenda del Sapo)
Añá rugía de envidia. Colorado de rabia se ponía. Tupa, abrió un gigantesco ovillo de haces de luces y piedras preciosas, y construyó un hermoso pájaro cuyas plumas desplegaban al arco iris. El mainumby recién creado creó en Añá un odio mayor al que siempre tuvo por el dios bueno, hacedor de milagros.
Añá olvidaba que era el rey de las tinieblas y que su reino era la oscuridad, ¿cómo crear un pajarillo de colores y luces para alegrar los campos y los cielos?
El dios siniestro preparó su arsenal de frascos, calderones y ollas hirvientes, con esmero mezcló extrañas sustancias. Todo hervía y lanzaba un hedor nauseabundo. Pero Aña estaba tan absorto en la contemplación del pájaro que creara Tupa que ya sentía escapar del negro caldero un pájaro igual, y más grande.
Cuando consideró que la preparación estaba a punto, apartó los vapores, tomó un poco de la mezcla, la amasó con sus propias manos, repitió las oraciones mágicas y abrió las manos- para que el ave volase, tal cual había hecho Tupa con el mainumby-. Y esperó.
Las cortinas del cielo se abrieron y descolgaron un arsenal de puntiagudas puntillas eléctricas que rezongaron dando fuertes bramidos.
El rostro del dios cobró grave expresión, arqueó las cejas, miró más allá de los desorbitados ojos, las arrugas de su frente escupieron fuego, ¡la criatura no voló sino que cayó pesadamente al suelo! Apenas si dio un par de horrorosos saltos sobre las rocas, los suficientes para llegar a meterse en el sitio más húmedo y oscuro, desde el cual profirió un asqueroso croac. Profundo, sepulcral... El sapo, desde entonces, es fruto de la envidia y representa las tinieblas en los temores guaraníes