DESDE EL ARCO IRIS

Antes de comenzar a pasear por este hermoso paisaje de leyenda quiero invitarlos al Tarot de Máximo... los dioses aún hablan con los seres humanos y a veces suelen encontrarse en cualquier recodo de los insondables espacios digitales...




(Leyenda de la Sirena-guaraní)
El indio recorre las orillas del Yhaguy. ¡Qué aguas transparentes! ¡Qué paz! Kavare ha venido por las mozas de risas tan frescas cual las burbujas del remanso. Les cuenta historias fantásticas sobre seres humanos vueltos fieras, rocas y árboles por voluntad de los dioses.
Kavare es un hablador, un cuentista y en esto, no hay indio que lo iguale.
¡Ay, cómo le miran las indiecitas cuando Kavare con voz melosa las obliga a suspirar de amor!
Ellas se sonríen, pícaras, intercalando miradas más brillantes que los anillitos de nieve, que en las noches, la luna esconde en montes y charcos.
Hoy Kavare se resigna: no vendrán las lavanderas. Seguirá el camino del bosque, ese al que nunca llega por narrarles aventuras a las muchachas del arroyo.
Más allá del bosque, se extiende una laguna de mansa superficie. ¡No la conocía el indio!
Por ello, absorto en la contemplación, hacia el húmedo camino las plantas de sus pies lleva. Nada Kavare. Se deja llevar por una extraña fuerza que le empuja con aterciopeladas manos hacia las alfombras del fondo. ¡Hacia el fondo de la laguna el indio hablador va!
Pero...
¿Dónde está el fondo? ¿Dónde?
El indio pierde el sentido. Sin tiempos despierta...
¡Qué bellos y mullidos aposentos escondían las entrañas de la laguna! Los peces de colores danzan rítmicamente; las arenas son de oro y los caracoles de nácar. ¡Qué hermosas mujeres van y vienen, colmándolo de exquisitos manjares sobre fuentes de cristal!
¿Serán diosas? ¡Por ellas, qué bonitas son!
Cabelleras larguísimas los talles envuelven ondulantes al vaivén de sus cuerpos que el agua tornasola. Peinetas de perlas llevan y trajes de irisados reflejos visten.
Una lleva sobre la cabeza coronita de flores rosa salpicada de piedras azules. Y azules de cielo los ojos tiene, de grana los labios, de orquídeas las mejillas... Le habla con angelicales murmullos; cada noche llega hasta la gruta que le han reservado, le habla de tiempos sin edad; de mundos extraños, llenos de magia...
Kavare necesita saber por qué aparece en las noches. ¿Por qué no la trae también el día? ¡Día y noche el indio quiere estar con la reina de las aguas!
-Si ves mi rostro a la luz del día ¡ya no me verás nunca!
El indio rechaza bebidas y comidas a la corte de damas con peinetas de perlas en los cabellos y no tiene más pensamientos que los que la curiosidad obra.
Las aguas se tiñen de oscuridad. Ella vendrá nuevamente...
El agua se perfuma y el indio respira profundo las apolvadas fragancias. No hay dudas. La de las mejillas de orquídeas está cerca.
¡Sí, es ella! Los rojos cabellos del agua emergen...
Dos piedras entre sí golpea Kavare y la paja enciende. Las llamas cargan claridades y la joven desaparece al instante. Sobre la laguna un techo de arco iris se abre, la cubre y luego, gota a gota de colores y brillos se hunden para siempre en el agua.
Laguna y arco iris en un abrazo se funden...
Laguna y dama ya serán parte de una leyenda...
***
¿Qué ha pasado? ¿No es ese que habla con sus padres el mismo indio que se internó en el bosque encantado?
-Hace unos días...-el hablador comienza a narrar su aventura.
Ellos le miran con tristeza; ¡hace unos días!... ¡Y han pasado años!
La madre acerca el hijo al tibio regazo:-hijo, hijo mío...
El viejo interrumpe:-¡una sirena te raptó! ¡jamás vuelven los que se lleva la laguna! Pero tú... ¡has regresado!.
Entonces, Kavare, recordó que llegó caminando sobre un arco iris que a cada paso iba quebrándose y entregando a las quietas aguas los brillantes peldaños.